lunes, 25 de febrero de 2013

Una transfusión de sangre para el dolor de muelas

No pude evitar escuchar la conversación, y quedarme de piedra ante las propuestas que el paciente le hacía el estomatólogo. Quizás no estuvieran desacertadas sus sugerencias, pero resultaba insólito el irrespeto hacia la capacidad del galeno. Tal vez el profesional de la Salud pudiera haber pensado qué hacía aquel “dechado de sabiduría” en su consulta; suponer algo así como “él quiere que lo cure, pero me considera un inepto”, o en su perplejidad ante tanta igno/arrogancia, esperar a que le solicitara una transfusión de sangre para el dolor de muelas.

Es una muestra de cómo los cubanos (¿o los humanos?) seguimos pensando, y convencidos, además, de que nos las sabemos todas. Conocemos de medicina, de pelota, política, economía, leyes, religión, arte, sociología, semiótica, filosofía, ¡epistemología! ...y también de periodismo.

Lo peor es que casi siempre creemos tener la razón, mientras pasamos por encima de las razones que tienen los expertos para obrar de una manera u otra, según su competencia. Imagine que cualquier “iluminado” de tal naturaleza trate de orientarle a un ingeniero civil cómo levantar un puente o a un astronauta el modo de bojear la luna.

Quien suscribe solo podrá ilustrar experiencias en lo concerniente a la prensa, y le sobran ejemplos para demostrar que en esta ínsula, la mayoría está convencida de tener algo de periodistas. Durante décadas en el ejercicio pude haber anotado cada una de las “orientaciones” provenientes de los colegas empíricos; algunas con sustento; otras salpicadas de dudosas intenciones y con más dobleces que un abanico de papel; las demás centradas en el concepto de que el periodismo es el azote de la sociedad y casi la totalidad (conciente o inconcientemente) indicando SOBRE QUÉ y CÓMO debe escribir un periodista, en postura irrespetuosa hacia la profesionalidad, la capacidad intelectual, el discernimiento para elegir el modo de ejercer su oficio.

“Y…¿ porqué no escribes que Tal establecimiento lleva 10 minutos de retraso en abrir, a ver…? Mi tolerancia (también mi paciencia y la costumbre de escuchar lo mismo de lo mismo) me impidió responderle con preguntas, como por ejemplo, si estaba convencido (a) de que el “mega acontecimiento” en cuestión pudiera interesarle a la prensa; si ya agotó los caminos con el administrador del centro, la dirección del sector al cual pertenece y otros canales para encontrar una respuesta o una solución al asunto. Y… ¿por qué no dices que…? Y… ¿por qué no comentas sobre…?. ¿A que no te atreves a contar ahí…? O también: “ponle un título así grande donde se lea… “

Todavía peor es la insistencia de: “ven y mira esto para que lo ‘saques’ en ‘TU’” periódico. Tal vez no sean capaces de pensar siquiera, que puedo estar faltando a la ética si me introduzco donde no debiera; pero tampoco lo haría porque no me motiva el tema; no me interesa; no clasifica como oportuno; lo considero un reverendo disparate; no se ajusta a la línea editorial de “MI” periódico,…Hay muchas razones más que el preguntador/ sugerente debiera plantearse, y se las voy a dejar como tarea.

Personalmente, prefiero ciertos temas, y dentro de ellos abordo, trato y planteo los que yo quiera. Nadie me ha obligado nunca a escribir lo que no deseo; aunque haya algunos que lo pongan en duda. La ignorancia sobre la prensa cubana e internacional no es patrimonio exclusivo de unos cuantos, abunda bastante por ahí.

Todo lo anterior para llegar a este punto: A quienes me cuestionan con insistente insistencia el motivo por el cual no critico la telenovela cubana que pasan en la actualidad, les debo una respuesta sencilla: no estoy en condiciones de lastimar mis neuronas. Santa María del Porvenir, estaría llena de buenas intenciones cuando fue concebida, pero acerca de ella nadie verá una letra de mi parte. De soslayo, puedo aclarar que tampoco lo haría con la puesta argentina de las tres de la tarde (cruelmente retransmitida a las once de la noche) e ideada para cerebros de un solo carril.

Hace unos meses y cuando aún estaba por concluir, ejercí mi criterio sobre Passione, aquella telenovela brasileña antecesora de la actual, cuyo título (el de mi comentario) hacía referencia a bostezos y vergüenzas…, y después de verla completa ratifico la opinión de entonces. Válida, pues, para los abarcadores e iluminados todos, una conocida sentencia: “Zapatero, a tus zapatos”, o esta otra, perteneciente a una canción infantil antigua y casi desconocida ya: “Antón, Antón pirulero, cada uno entiende su juego…”.

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