martes, 17 de noviembre de 2009


Presentación de la revista Ariel dedicada al Centenario de Florentino Morales.


Pocas veces la revista cultural Ariel dedicó uno de sus números a un acontecimiento determinado. Todos lo han merecido, pero el centenario del natalicio del poeta, historiador, ensayista, crítico e intelectual cienfueguero Florentino Morales, rebasa lo razonable para convertirse en un acto justiciero.
Aunque llevamos el mismo apellido Florentino y yo no compartimos lazos de sangre. Solo compartí con él los lazos que otorgan el amor y la admiración sin límites por un hombre que personificó a la bondad y humildad misma, que se fue tranquilo y despacio como transitó por la vida. Y en estas páginas también comparto con Floren una foto lejana en el patio del museo provincial como un momento entrañablemente feliz retenido en el tiempo.
Nunca será bastante una sola revista para comprender la anchura de Florentino Morales, ni suficiente todo lo que se haga para engrandecer su memoria. Este número de Ariel pretende un acercamiento a tanta vida fértil, tanta laboriosidad, tanto conocimiento compartido, tanta entrega para el prójimo, sin reparar en condiciones.
Este número, no es, ni con mucho, todo Florentino, pero el Consejo de Redacción de la revista fue minucioso en la selección de los textos que lo integran en pos de una representatividad lo más perfecta posible, aunque el orden y el concierto demandado por la jerarquización de los materiales no resultara el más feliz. Habría que lamentar, además, la carencia de pies de fotos elementalmente necesarios y ciertas explicaciones pasadas por alto, perdonables por el hecho de que las virtudes superan con creces los defectos.
No es un volumen sólo sobre Florentino, es una especie de hijo de ese hombre sencillo, con una vasta producción todavía sin publicar y parte de cuya obra, andares y desandares por la vida, tratan de llenar estas páginas.
Es de alguna manera , de ninguna manera a la manera de Marcel Proust, de buscar el tiempo perdido, más bien de encontrarlo, desde el mismo editorial de Ariel; de conocer el tamaño de la modestia y la erudición de Florentino Morales en sus palabras de presentación con motivo del recital de la poetisa Nivaria Tejera, en el Ateneo de Cienfuegos, el rescate de leyendas cienfuegueras como La Piragua fantasma, pareceres y aconteceres del Cine en Cienfuegos, detalles de lugares célebres de esta ciudad como el Bar-restaurant Covadonga, la instalación del alcantarillado de la ciudad, la radiodifusión y el deporte en Cienfuegos, todos perseguidores de historias contadas en lenguaje transparente y sin afectaciones.
Es desgranar Sonetos como Cascada del Hanabanilla, La Laguna de Guaranoca, El río Caonao, El caserío de Jagua, la Mancha de manjúas, un fragmento del poema Fernandina de Jagua, que dan fe del enamoramiento del poeta con la patria chica, la pasión por la naturaleza, por lo pequeño y lo grande que late en cada hombre.
Pero es también una muestra de su alcance intelectual, del lugar que ocupó en el parecer de personalidades de la cultura nacional de la dimensión de Samuel Feijóo, amigo entrañable de quien se publica aquí una denominada Cuarteta homenaje, digna de las locuras más divinas, la confianza depositada por el poeta Hispérides Zerquera, la admiración de Cintio Vitier y Fina García Marruz sobre las investigaciones de Florentino acerca de Mercedes Matamoros, el prólogo del poeta Agustín Acosta al libro Caracol, publicado por el Ateneo de Cienfuegos en 1954.
Inteligente la selección de fragmentos del prólogo al Romancero de Jagua, que con el título de La Historia tras los portales, la intelectual cienfueguera Aida Peñarroche traspone umbrales recorridos para dejarnos entrar en el más fiel conocimiento de este volumen de Florentino Morales .
Mejora el diseño en esta edición gracias al talento, el intento y la habilidad de Joel Ibáñez , en tanto se prestigia con la obra del artista de la plástica Osvaldo González Herrera, de quien la especialista Sila Quintana desnuda los ánimos.
Quedemos, pues, tras la lectura de este número de Ariel asidos a esa venerable figura todavía inconmesurable, laboriosa y contumaz, que acariciaba lo mismo al verso que a la Historia con la hidalguía de un caballero, con el amante confeso y leal de esta ciudad, con el Floren de su novia Elpidia, el Florito, de su hermana Isabel, papi, para su hija Fifi, el Abo de sus nietos Toto, Tammy y Omy, con el Florentino que es, con el de toda la ternura y la paciencia de que fue capaz.


Emma Sofía Morales
Consejo de Redacción
Revista Ariel