sábado, 9 de enero de 2010

El impreso y la Internet: por la coexistencia pacífica

Me espanta la idea de que la prensa plana pueda desaparecer junto con otras tendencias de la comunicación contemporánea y con ello, uno de los mayores placeres que refrendan per se la propia existencia (por ejemplo) del impreso: hundir la nariz entre páginas primigenias y aspirar ese olor entrañable e insustituible de la tinta en el papel.
La desenfrenada rapidez con que avanza la tecnología y la aparición de la Internet han puesto a circular la pregunta de que si la llamada red de redes sería capaz de sustituir la información y la comunicación tradicionales de contar historias en el periodismo, con el lenguaje más o menos tradicional.
Ante el peligro de que la respuesta pudiera ser un rotundo SÍ, algunos, asidos a la tradición, la cordura, el inevitable enamoramiento con la práctica de poner las cosas en blanco y negro o la conveniencia, han puesto neuronas y otros recursos en función de impedirlo, aun cuando en torno al fenómeno se ciñe otro obstáculo, tan azaroso como es, sin dudas, la crisis económica mundial.
Son sobre todo las publicaciones escritas las más amenazadas y con mayores riesgos de hacer mutis por el foro, lo mismo paulatinamente, que de un momento a otro, así de repente, en dependencia de las circunstancias. Murdoch en Europa y otros de sus colegas por Norteamérica, ya han dado muestras de inquietud económica y por lo pronto han clausurado ediciones emblemáticas del periodismo mundial, y con ello, echado a la calle a cientos trabajadores del gremio.
Sin embargo, los medios no digitalizados dan brazadas para evitar hundirse mientras toman bocanadas de aire que les permita flotar en todo este panorama inquietante para los medios tradicionales de comunicación. Tal vez por eso recurren con mayor frecuencia a la búsqueda de alternativas, tendencias novedosas, tipologías, diversos mecanismos de fabricación de noticias e información en un esfuerzo de renovación justificable.
Las prerrogativas de la digitalización ante los impresos son bien conocidas, sobre todo por la ventaja que aporta el hecho de poder seleccionar de forma ágil y simple lo que necesitamos y queremos saber, así como difundir la información con mayor inmediatez. El mundo todo está a la distancia de un click.
Es fuerte la competencia, y para salir airosos de ella será imprescindible una renovación necesaria. Antes que obviar al periodismo no digitalizado o rendirse incondicionalmente ante las bondades de las tecnologías de avanzada, se impone buscar un cambio, una nueva forma de que ambos se adapten y complementen en una coexistencia pacífica y de colaboración mutua . Suena bonito.
Internet es una impetuosa herramienta de comunicación, de manera que ahora mismo el mundo asiste al afianzamiento de un moderno soporte para la información, y para sostener a los que le precedieron habrá que ponerle, no solo esfuerzo, inteligencia y espíritu, sino todo el sentimiento de que seamos capaces y lograr una información altamente especializada, exclusiva, analítica, apoyada en fuentes de reconocida solvencia y propias, listas para ponerse en condiciones de competir en buena lid desde la perspectiva del periodismo investigativo, de fondo, analítico, informado y responsable, entre otras cuestiones.
Con el diseño digitalizado los medios de comunicación impresos deben considerarse (y de hecho lo están haciendo) en una etapa de cambio y adaptación obligada para lograr la supervivencia.
No sería ocioso que directivos, editores y periodistas aborden este fenómeno de modo que encuentren el equilibrio justo para que ambos soportes se soporten y complementen.
Pero aun cuando alguien pensara que la prensa escrita perdió toda su función, todavía echaré mano a ese socorrido chiste que ha recorrido la red de redes sobre la utilidad del impreso y la supremacía de utilidades en comparación con la Internet y contestaré la pregunta de que para qué sirve un periódico además de dar noticias: Para madurar aguacates, recoger basura, sacarle brillo a los vidrios, alinear las patas de la mesa coja, empacar la vajilla en la mudanza, tapizar la jaula del pájaro, recoger la caca del perro, cubrir los muebles y el piso antes de pintar, evitar que se meta el agua debajo de la puerta, matar moscas , como papel higiénico, para castigar al perro en el hocico cuando se orina en la casa, recortar letras y fotos para las tareas de los niños, elaborar objetos de papier maché, ensanchar zapatos, rellenar los bolsos y carteras para que conserven su forma, dar trabajo a voceadores y periodistas, envolver flores, cortar moldes de la costurera, envolver cosas, como alfombra para que no se te ensucie el trasero si te sientas en la acera mientras llega la guagua, como paraguas durante un aguacero…
Pero sobre todo, y no lo olvidemos, para contar historias, las de todos los días, las que se esfuman si no echamos manos a la tinta y al papel, las que trascienden en blanco y negro, las que se pueden oler y tocar, las que el tiempo les otorga el color especial de la permanencia, las que nos hacen vivir a quienes vivimos para la prensa.

lunes, 4 de enero de 2010

Nosotras, las cubanas

Emma Sofía Morales

Con una especie de dádiva divina para hacer girar el cuello a casi todo hombre que nos pasa por al lado, las cubanas reinamos en esta tierra de machistas derrotados por la fuerza telúrica de nuestra feminidad desbocada. Ni lo ignoramos, ni lo tomamos a la tremenda, sólo con la naturalidad que nos otorgó la naturaleza misma.
En algo más de 40 años hicimos rodar por tierra sin traumas ni cataclismos emocionales conceptos enraizados por siglos sobre nuestro vilipendiado sexo, y a pesar de que el filósofo Platón considerara a las mujeres una especie de despreciable condición con la cual serían castigados los hombres en sucesivas reencarnaciones si su comportamiento era inadecuado, demostramos estar por encima de filosofías erradas (si lo desea puede escribirlo con h) y rayanas en la comicidad. También lo estamos de otras creencias que sostenían furibundamente, que la mujer carecía de alma.
Depende del concepto de alma, claro.
El alma de las cubanas ha sido esculpida en el bregar de todos los amores. Solo por amor hemos puesto toda el alma en ser y hacer mejores a otros. Podría parecer habitual, pero solo nosotras somos capaces de valorar cuánta alma le ponemos a la crianza de los hijos, el bienestar de la familia, a los resultados del trabajo, a las obligaciones de todo tipo…
…cuando sonreímos aunque nos pesen dolores, retornamos a la niñez para comprender a los muchachos, borramos diferencias generacionales para mejorar el entendimiento o nos crecemos en el conocimiento para desterrar la mediocridad.
A veces nos desentendemos de los enfoques de género tan en boga, porque damos por descontado que podamos ser discriminadas, y jamás nos ronda la duda de que tenemos a la mano toda la igualdad de oportunidades.
Nosotras, las cubanas, somos expertas en economía doméstica, capaces de preparar un arroz con pollo pantagruélico con solo dos postas, de desempeñar con eficacia diferentes cosas al mismo tiempo, ser firmes al hacer valer determinaciones, tenaces al defender lo que consideramos justo, de inteligencia aguda e innegable resistencia para lograr un fin y constantes para sortear las adversidades.
Nacimos con algo de artistas y otro tanto de prestidigitadoras , asumimos la coquetería como virtud y la maternidad con pasión, guardamos un chispazo de energía para engañar a la tristeza.
Somos una isla; como la isla en que nacimos, con los mismos genes de su tierra, el misterio del mar que la abraza y la transparencia del aire que se respira.
Podemos ser versátiles, diversas, distintas, disímiles, variadas, gordas, flacas, blancas, negras, jóvenes o viejas, pero nos entendemos en el mismo idioma cuando subimos y bajamos en el cachumbambé de la vida, asidas al signo común que nos otorga la cubanía.