lunes, 20 de abril de 2009

No te transformes en otra, ciudad.




Emma Sofía Morales

Los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.
Jaime Sabines


No son los amorosos los que abandonan, aunque cambien, y mucho menos los que olvidan, ciudad.

Si Jaime Sabines le aportó exergo a Mario Benedetti para aquel poema de pasiones urbanas, (de otras pasiones urbanas), los cienfuegueros podemos tributar razones para disuadirlo, impugnar sus motivos y hasta desgarrarnos en obstinados argumentos, conjeturas sin salida o discernimientos más alejados de la lógica que del corazón.

Ni aunque te transfiguren todos los amores serás diferente, ni serás tantas como amorosos te recorran. Seguirás siendo única en el ánimo de tus amantes y no habrá ni indiferencias ni olvidos, ni se esfumará ese aroma del que dotas a tus hijos al nacer y los sometes a permanecer dentro de tu historia de luz.

El amor seguirá pasando por tus parques, amándolos también en la complicidad de lo eterno, sentándose en tus bancos, bajo cualquier árbol, sin que necesariamente deban de ser pinos para estrenar su homilía de ternuras, sino también jaguas, ocujes, y hasta majaguas fundacionales para celebrar la fiesta de los pájaros, la misma de siempre, la de 190 años ha.

No te permitas ser otra, ciudad, ni aun cuando el amor pinte tus muros, ni descubras en cualquier rostro el rostro del amor en un atardecer junto a la bahía. Te darás cuenta que en 19 décadas el amor va y regresa y te elige testigo de sus abrazos y crepúsculos, de sus bonanzas y aguaceros. Puedes permanecer tranquila y sin sobresaltos si alguien te dijera que el amor se va y no vuelve, porque no hubo ni habrá otoños en tus riberas y campos amados del sol, no habrá duelos para ti, ciudad de estatuas que perpetúan la vida.

Seguirás de columnas enhiestas y anatomía apegada a lo perfecto, a pesar de que alguien, alguna vez, te haya colgado el sanbenito de ser la urbe de calles rectas y cerebros retorcidos, los cerebros del desamor. Sabrás vencer ésas y otras miserias humanas con la transparencia de tu aire, la estirpe de tu gente, con el don que ni se adquiere ni se aprende, sino con el que se lleva por condición. Seguirás del azul apacible e indefinido que traza cada destino, de raíces tan abrazadas a la tierra como las corrientes a las profundidades marinas.

Y llegada hasta este tramo de palabras, te habrás percatado de que no he pretendido en lo absoluto desestimar los pareceres de Sabines, mucho menos los que ha puesto mi reverenciado Benedetti en ese poema que paraliza: “…Cada ciudad puede ser otra cuando el amor la transfigura…” .Sólo me han servido de pretexto y asidero para implorarte que sigas la misma y no te transfigures, ciudad, o correrás el riesgo de lo imperdonable.



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viernes, 17 de abril de 2009

El artículo periodístico: Sin toda la presencia, ni toda la prestancia

Emma Sofía Morales

El artículo es al periodismo lo que el virus a la medicina. Cabe de todo un poco, puede despistar hasta al más entendido, tornarse algo impreciso en ocasiones, pero existen señales inequívocas del significado que cada uno encierra en sí mismo.

La proliferación cada vez más generalizada de otros géneros dentro de la prensa cubana ha contribuido al escaso manejo del artículo, pródigamente extendido en épocas pasadas por la amplitud de posibilidades que pretende. Las causas de que haya sido relegado a un plano sin número ordinal fijo (aún no soy capaz de determinar si a un segundo, tercero o cuarto planos) pudieran ser diversas, pero la necesidad de rescatarlo con los ingredientes de las tendencias más novedosas del medio es todo un reto, que quienes escriben deben asumir con toda la valentía de una profesión de valientes.

No basta echarle mano en cuestiones que ya se hacen recurrentes como la política, la economía o ciertas tendencias de corte histórico, por citar algunos escasos ejemplos. La vida es ancha y cambiable y cualquiera de sus aristas pudiera merecer un artículo, que de ningún modo es exclusivo de este o aquel tópico.

Aun cuando pudiera tener cierto parentesco con el ensayo (a mí me lo parece sobre todo por tratar de demostrar una hipótesis) el artículo tiene sus propios códigos, en los cuales pudieran hermanarse la opinión, lo informativo, lo educativo….sustentado en la diversidad, siempre y cuando plantee una tesis que haga las veces de columna vertebral, sin olvidar la originalidad y la fuerza que debe caracterizar a todo aquello que ronde al periodismo.

Tal vez lo más difícil, pero también lo más importante sea seleccionar una buena tesis y sustentarla con sólidos argumentos capaces de enganchar al lector, o como decimos en el gremio “tener garra”, pero también estar investidos de toda la información e investigación necesarias para resultar convincentes y auténticos.

Plantear lo que se quiere decir, argumentar lo que se quiere decir, y exponer conclusiones y recomendaciones sobre lo que ha querido decir, es una receta de cocina que no debe ser desdeñada por su aparente sencillez. Detrás de cada una de estas tres recomendaciones hay un caudal de posibilidades. Estas consideraciones podrían cerrar con la sugerencia de que cada artículo debe ceñirse al estilo y la proyección de la publicación a la cual tributa el periodista.

Soy del criterio de que cuando la musa nos visita (para usar palabras de la eximia Dulce María Loynaz) hay que dejarse guiar por ella; porque cuando hace su irrupción es ella quien traza la pauta, quien susurra al oído lo que de repente nos asombra ante el papel o la pantalla., pero si la susodicha desaparece, no queda más remedio que echar mano al oficio, agarrar bien sus herramientas, poner manos a la obra y obras a las manos. No hay excusas entonces para desdeñar al artículo.

En lo que respecta a este género existen rudimentos tan sencillos pero olvidados como pudieran ser la utilización de un lenguaje sencillo, comprensible y potable, toda vez que casi siempre el escritor pretende que lo lea un público amplio. De manera que el debe evitar terminologías exageradamente especializadas o de lo contrario aclararlas bien y transitar por lo cotidiano con naturalidad y desenvoltura para no caer en pedanterías innecesarias y afectaciones que mueven más a la risa que a la admiración.

Ser precisos, sencillos, originales, entre otras virtudes, también aplicables a los demás género periodísticos, es algo insoslayable.

La extensión es tan relativa como el vaso mediado de agua; hay quien lo encuentra medio lleno y otro, medio vacío, pero si además de agregar a los rudimentos antes mencionados le añadimos al artículo poder de síntesis, una sintaxis comprensible, sinceridad expresiva y un estilo propio, ya tendremos el vaso más lleno que vacío.

La realidad es abundante en acontecimientos. Los temas sobran. A escribir entonces.