viernes, 26 de junio de 2009

Fanáticos del verano

Julio y agosto irrumpen en el año como una especie de temporada relajada y diferente, que los vapores del trópico no logran empañar en el disfrute de los cubanos.

Pantalones cortos, camisetas, trusas, chancletas y prendas mínimas, salen a coger aire por las calles de cualquier ciudad con el desenfado que sólo el verano es capaz de proporcionar.

Las vacaciones dicen sí y el movimiento de gente se multiplica en un ir y venir constante hacia playas, presas o algún pedacito de agua refrescante para espantar calores, tensiones y agobios, mientras el transporte hace maravillas para el traslado de personas hacia lugares solamente visitados una vez al año. Los cubanos asumen los días de asueto por su cuenta y riesgo, con sus propias posibilidades a cuestas, en una etapa que se les antoja distinta, quien sabe por qué caminos de la imaginación y la iniciativa.

Ya la escuela recesó sus actividades y los padres guardan las esperadas vacaciones para disfrutarlas junto a sus hijos, visitar a la familia lejana, esperar la media noche entre vecinos frente a un reñido juego de dominó, destapar aquella botellita de ron guardada por tantos meses en espera de la llegada de algún amigo caído del cielo desde cualquier provincia de la Isla...

Las arterías se tornan más populosas, rebosan actividad y bullicio mientras se multiplican los caminantes y los compradores en busca de ofertas realmente novedosas y otras no tanto, que durante esta etapa son más necesarias y perseguidas que nunca por lo que "resuelven" en el hogar cuando los muchachos, casi siempre con voracidad de dinosaurios, no paran de masticar y tragar.

Son ellos quienes más se apegan a cada minuto veraniego con la pasión de la mocedad, arrastran en la piel todo el sol al que “los mayorcitos huyen”, huelen a sal y arena, ponen a prueba la vitalidad del esqueleto durante interminables horas de baile ( más bien de contorsionismo ilimitado), pedaleo de bicicletas o prácticas deportivas, transgreden los horarios de sueño solo por el placer de saberse trasnochados, son capaces de ignorar los vapores del trópico y hasta disfrutar las temperaturas volcánicas.

Hay quienes aprovechan estos días en reparar aquel desperfecto que por meses permaneció en casa a la espera de ser solucionado y que el indetenible ritmo de la vida diaria, las responsabilidades laborales y sociales fueron dejando para el período vacacional. Es el momento en que las mujeres piensan cambiar de imagen si la suerte las acompaña y los peluqueros no se han sumado también a la vorágine vacacionista, para regresar al trabajo transformadas y nuevas, hacer un “tiempecito” para poner orden en escaparates y gavetas, botar lo inservible, arreglar los uniformes de los niños para el próximo curso escolar...

Las atracciones culturales, deportivas y de esparcimiento elevan su demanda, mientras los bolsillos hacen peligrar la economía doméstica por aquello de que "una vez al año no hace daño", cuando impulsados por el calor o el desprendimiento, adquirimos artículos vedados en los restantes meses.

Aquellos que prefieren quedarse frente a la TV con un vaso de limonada en la mano y un ventilador al lado, tienen una oferta más o menos decorosa en la programación veraniega, que atrapa a algunos como un imán y los arraiga a la casa como si en ello les fuera la vida. No importa si ya vieron once veces Lo que el Viento se Llevó y se dejan llevar por casi tres horas fílmicas atados a los caprichos de Scarlett O”Hara, los tormentos entre el amor y la carne de Ashley Wilkes y el cinismo de Reth Buttler.

Y es que en las vacaciones "cada cual se divierte a su manera", como reza una añeja canción infantil, aparentemente nimia y sin mayores trascendencias, pero que encierra toda esa disposición para el disfrute y el esparcimiento, porque los cubanos somos fanáticos del verano.