viernes, 17 de abril de 2009

El artículo periodístico: Sin toda la presencia, ni toda la prestancia

Emma Sofía Morales

El artículo es al periodismo lo que el virus a la medicina. Cabe de todo un poco, puede despistar hasta al más entendido, tornarse algo impreciso en ocasiones, pero existen señales inequívocas del significado que cada uno encierra en sí mismo.

La proliferación cada vez más generalizada de otros géneros dentro de la prensa cubana ha contribuido al escaso manejo del artículo, pródigamente extendido en épocas pasadas por la amplitud de posibilidades que pretende. Las causas de que haya sido relegado a un plano sin número ordinal fijo (aún no soy capaz de determinar si a un segundo, tercero o cuarto planos) pudieran ser diversas, pero la necesidad de rescatarlo con los ingredientes de las tendencias más novedosas del medio es todo un reto, que quienes escriben deben asumir con toda la valentía de una profesión de valientes.

No basta echarle mano en cuestiones que ya se hacen recurrentes como la política, la economía o ciertas tendencias de corte histórico, por citar algunos escasos ejemplos. La vida es ancha y cambiable y cualquiera de sus aristas pudiera merecer un artículo, que de ningún modo es exclusivo de este o aquel tópico.

Aun cuando pudiera tener cierto parentesco con el ensayo (a mí me lo parece sobre todo por tratar de demostrar una hipótesis) el artículo tiene sus propios códigos, en los cuales pudieran hermanarse la opinión, lo informativo, lo educativo….sustentado en la diversidad, siempre y cuando plantee una tesis que haga las veces de columna vertebral, sin olvidar la originalidad y la fuerza que debe caracterizar a todo aquello que ronde al periodismo.

Tal vez lo más difícil, pero también lo más importante sea seleccionar una buena tesis y sustentarla con sólidos argumentos capaces de enganchar al lector, o como decimos en el gremio “tener garra”, pero también estar investidos de toda la información e investigación necesarias para resultar convincentes y auténticos.

Plantear lo que se quiere decir, argumentar lo que se quiere decir, y exponer conclusiones y recomendaciones sobre lo que ha querido decir, es una receta de cocina que no debe ser desdeñada por su aparente sencillez. Detrás de cada una de estas tres recomendaciones hay un caudal de posibilidades. Estas consideraciones podrían cerrar con la sugerencia de que cada artículo debe ceñirse al estilo y la proyección de la publicación a la cual tributa el periodista.

Soy del criterio de que cuando la musa nos visita (para usar palabras de la eximia Dulce María Loynaz) hay que dejarse guiar por ella; porque cuando hace su irrupción es ella quien traza la pauta, quien susurra al oído lo que de repente nos asombra ante el papel o la pantalla., pero si la susodicha desaparece, no queda más remedio que echar mano al oficio, agarrar bien sus herramientas, poner manos a la obra y obras a las manos. No hay excusas entonces para desdeñar al artículo.

En lo que respecta a este género existen rudimentos tan sencillos pero olvidados como pudieran ser la utilización de un lenguaje sencillo, comprensible y potable, toda vez que casi siempre el escritor pretende que lo lea un público amplio. De manera que el debe evitar terminologías exageradamente especializadas o de lo contrario aclararlas bien y transitar por lo cotidiano con naturalidad y desenvoltura para no caer en pedanterías innecesarias y afectaciones que mueven más a la risa que a la admiración.

Ser precisos, sencillos, originales, entre otras virtudes, también aplicables a los demás género periodísticos, es algo insoslayable.

La extensión es tan relativa como el vaso mediado de agua; hay quien lo encuentra medio lleno y otro, medio vacío, pero si además de agregar a los rudimentos antes mencionados le añadimos al artículo poder de síntesis, una sintaxis comprensible, sinceridad expresiva y un estilo propio, ya tendremos el vaso más lleno que vacío.

La realidad es abundante en acontecimientos. Los temas sobran. A escribir entonces.

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